domingo, 24 de noviembre de 2013

Macacos y renos a la sombra de Udalatx (Mondragón)


 Macacos y renos a la sombra de Udalatx

Una sucesión de periodos glaciares e interglaciares modelaron una fauna y una flora tan dispar como asombrosa. La palinóloga María José Iriarte ha estudiado la evolución del clima y la diversidad vegetal que produjo en cada época

24.11.13 - 00:17 - KEPA OLIDEN | ARRASATE.
 
Macacos que brincaban de roble en roble alimentándose de sus hojas y renos que pastaban en la rala estepa helada se cobijaron bajo la sombra del monte Udalatx en épocas prehistóricas. Una sucesión de periodos glaciares e interglaciares modelaron una flora y una fauna tan dispar como asombrosa. Su huella quedó conservada en los yacimientos de Lezetxiki y Labeko Koba.

Pero desentrañar su significado no está al alcance de cualquiera. La palinóloga (experta en el estudio del polen) e investigadora de Ikerbasque María José Iriarte es una de las autoridades en la materia. Casada con el arqueólogo Álvaro Arrizabalaga, director de la excavación de Lezetxiki, la profesora Iriarte intervino el martes en la conferencia inaugural de las II jornadas 'Desempolvando el Pasado' que organiza Arrasate Zientzi Elkartea.

La profesora Iriarte realizó un recorrido por la evolución del clima que ha determinado la flora y fauna que durante los últimos cientos de miles de años ha crecido en nuestro entorno más próximo.

Su relato, sin embargo, se remontaba nada menos que 40 millones de años atrás, cuando el monte Udalatx y toda la geografía vasca emergen del lecho marino por efecto de la colisión de la placa tectónica de Iberia con el continente. De aquel choque surgen la cordillera de los Pirineos y «nosotros no somos más que un daño colateral» de aquel cataclismo.
 
De ratones y macacos 
 
El conocimiento científico de la evolución del clima, de la flora y de la fauna se apoya, al menos en parte, en el estudio de los vestigios descubiertos en los yacimientos prehistóricos. Y los de Lezetxiki y Labeko Koba se han demostrado muy reveladores.

Lezetxiki era una osera donde durante milenios hibernaron los enormes y temibles ursus deningeris y su descendiente, el ursus spelaeus u oso cavernario. Animales de más de 500 kilos e imponentes 3 metros de altura con los que sólo rivalizaba el león cavernario, un felino de 2,5 metros y más de 300 kilos. Obviamente, los humanos se establecían en Lezetxiki sólo cuando no había nadie en casa.

Precisamente el hallazgo de un cráneo de ursus deningeris ayuda a situar cronológicamente unos molares de rinoceronte lanudo descubiertos por Arrizabalaga en Lezetxiki. Un indicio claro de que por aquella época -hace unos 160.000 años, durante el pleistoceno medio- en Arrasate «había condiciones de estepa». Al final de este periodo glaciar (Estadio isotópico 6) el hallazgo de unos dientes de un ratón (Sicista betulina) propio de ambiente estepario o de taiga, es otra evidencia de estas condiciones frías.

Sin embargo, aquella glaciación comenzaba a remitir.Al inicio del pleistoceno superior -hace 126.000 años- hubo un periodo interglaciar «más cálido que el que vivimos ahora». Según la profesora Iriarte, se registra incluso en el nivel marino, con el mar 6 metros por encima de su altura actual. Hizo más calor que ahora y se deshelaron más los polos».

Este contexto de climatología benigna donde se fecha uno de los hallazgos más sorprendentes realizados hasta la fecha en Lezetxiki: parte de la mandíbula inferior de un ejemplar hembra de macaco. Se trata del resto de uno de los últimos simios que habitaron en Europa antes de su extinción. El fósil pertenece a un 'macaco de Berbería', más conocido como mono de Gibraltar, reintroducidos durante la ocupación musulmana. Según la profesora Iriarte, vivían en los robles y se alimentaban de sus hojas.

Pero además de robles, en este periodo interglaciar «nos encontramos que en el País Vasco prolifera una especie de árbol que ya no está: el carpe (carpinus betulus)».

La existencia del macaco, decía María José Iriarte, prueba que «en aquella época había otra especie de primate en Mondragón aparte del humano neandertal».

Esta especie humana evolucionó hace unos 160.000 años a partir del homo Heidelbergensis, más conocido como el hombre de Atapuerca.

Al neandertal que quedó como única especie humana nativa de Europa le tocó disfrutar «con el calorcito y con los monos en Lezetxiki, para 20.000 años después pasar un frío atroz y vivir cubiertos de pieles». La profesora Iriarte explicaba que se avecinaba otros periodo glaciar en la interminable sucesión de altibajos que caracterizan a la evolución de climatológica. Pero no todo se desarrolla de manera uniforme. «Dentro del periodo glaciar no todo es frío, ni dentro del periodo interglaciar es todo cálido. Hay variaciones y cada región responde de distinta manera» aclaraba esta investigadora.

Será a la vuelta de este frío periodo estadial (Estadio isotópico 4), cuando lo peor ya ha pasado, cuando el hombre europeo neandertal se topará con un visitante: el africano homo sapiens, nuestra especie. Ocurrió hace unos 40.000 años. Unos diez mil años más tarde el neandertal se extinguía.

Durante este periodo de mejoría climática, las «variaciones de clima varían increíblemente en muy poco tiempo. En mil años cambia radicalmente y nuevamente Arrasate es ejemplo de ello» aseguraba Iriarte.

Labeko Koba 
 
Si Lezetxiki era una osera, Labeko Koba era un cubil de hienas. Antes de su desaparición en 1989 para construir la variante, se excavó todo el yacimiento arqueológico donde hay un nivel de restos animales presas de las hienas. Estos predadores comían huesos y por eso sus heces tienen un gran componente de carbonato cálcico. Por eso no se deterioran. A través de sus coprolitos (heces fosilizadas), que también contienen restos vegetales, se analizó el polen y arrojó un paisaje -hace unos 40.000 años- en el que «había un clima no tan cálido como el actual, pero sí lo suficientemente benigno para que tuviéramos especies de hoja caduca (castaño, roble...)». Estos son los pólenes de castaño más antiguos que se han datado en el País Vasco.

Pero «mil o mil quinientos años después» el paisaje que rodea a Labeko Koba es de nuevo glaciar. Entre los restos hallados en la cueva «aparecieron mamut, glotón, marmota, reno. Y en cuanto al paisaje vegetal tenemos dos pinos. No hay más. O sea que en muy pocos años el clima cambia mucho. De un paisaje abierto con algunos árboles caducifolios pasamos a un paisaje más abierto todavía, con muy pocos árboles, y estos renos pastando por un Mondragón estepario».

Hasta tal punto faltaban árboles que en Labeko se ha documentado la presencia de hogares en los que el combustible empleado eran huesos animales. «Experimentando con huesos machacados y empleando el tuétano como mecha hemos realizado fuegos muy buenos. No huele y no produce humos, y calientan durante toda la noche», aseveraba la profesora Iriarte.

El máximo glaciar registrado hace 20.000 años es el «último gran periodo frío que se va a dar». El casquete polar se extiende entonces hasta cubrir las islas británicas y Udalatx es una cumbre de nieves perpetuas. El mar retrocede 11 kilómetros con respecto a la linea costera actual. Y en las estepas vascas pastan el reno, el mamut y el rinoceronte lanudo.

El periodo interglaciar que vivimos ahora recibe el nombre de Holoceno, y la mejora de las condiciones climatológica favorece la expansión de la vegetación arbórea. Robles, encinas, avellanos y las hayas, aunque en mucha menor medida, proliferan con curvas del 70-80 por ciento de polen arbóreo.
Pero el clima en el Holoceno tampoco es estable, y se registran «deterioros» en los años 8.200, 4.500 y 3.000 a.C., en la época de la Edad del Hierro en que se establece un poblado de agricultores y ganaderos sobre la cima de Muru.

Tampoco el pasado milenio ha estado exento de altibajos. La profesora Iriarte citaba el denominado periodo cálido medieval que entre los siglos X-XV registró un periodo tan benigno que se piensa que la temperatura media podía ser 1 o 2 grados mayor que en la actualidad. «Si los vikingos vivían donde vivían era porque las condiciones climáticas se lo permitían.

En cuanto cambiaron, los vikingos desaparecen. Su población estable vivía y cultivaba la tierra en Groenlandia». En Francia, en la zona de Burdeos, «los viticultores pidieron al rey que protegiera el vino francés frente a la importación de Inglaterra».

Pequeña Edad de Hielo 
 
A los ingleses se les terminaría la producción de vino con la llegada de la Pequeña Edad del Hielo que se registró entre los siglos XV y XIX. Es una fase en la que produce un gran deterioro climático. En Inglaterra pasan de elaborar vino a tener lo que denominan el mercado del hielo, que no es otro cosa que un mercado que se celebra sobre el río Támesis congelado en invierno. «Todos eso cuadros holandeses de patinadores sobre el río corresponden a este periodo» señalaba la profesora Iriarte.

Más allá de estos altibajos, el periodo interglaciar en el que nos encontramos «se halla en su fase final». La profesora Iriarte aseguraba que, al menos en teoría, «nos encaminamos hacia una nueva glaciación». Eso si la acción humana no descompensa antes la evolución natural del clima. Porque, como alertaba esta investigadora «somos unos seres vivos más y que puede que no nos guste la respuesta que le planeta dé a nuestra interferencia sobre él».

Fuente: Diario Vasco